[EFE]
Ciudad de México.- Miles de personas atemorizadas salieron ayer a las calles de la Ciudad de México con los rostros demudados y un persistente olor a gas tras el fuerte terremoto que causó al menos 119 muertos y destruyó decenas de edificios.
El sismo, de magnitud 7.1 en la escala de Richter, derrumbó al menos 44 edificios de la ciudad provocando fugas de gas en las calles y un fuerte hedor que sacudía a los ciudadanos, que acudían prestos con cuerdas, ropa y agua para ayudar a los equipos de rescate.
La gente se agolpó junto a los edificios derrumbados, cubriéndose las caras con sus manos a causa del fuerte olor a gas, que les apresaba la garganta mientras preguntaban por sus familiares atrapados.
Las autoridades fueron cortando las calzadas y vociferando con sus megáfonos para que la gente despejara las calles y se ocultara en los parques, hoy más nunca, pulmones en una ciudad histérica por el evento.
Mientras, los helicópteros volaban a baja altura coordinando los trabajos de las autoridades federales, la armada y el ejército mexicano, que arribaron a los lugares de extrema destrucción.
El edificio 286 de la avenida Álvaro Obregón quedó completamente destruido al igual que otros en la colonia Roma, arrastrando escombros y polvo sobre el aire y cristales rotos alrededor de las aceras.