Lunes 06 de Mayo de 2024

AMLO no sabe ganar, ni aprende a perder

PORFIRIO M. LÓPEZ En los últimos diecisiete años un político ha estado presente en el imaginario colectivo de la mayoría de los ciudadanos cuando se trata de celebrar elecciones, ese personaje es Andrés Manuel López Obrador. Hábil como pocos para permanecer presente a partir de la alternancia electoral del lejano año 2000, ha sido también […]

PORFIRIO M. LÓPEZ

En los últimos diecisiete años un político ha estado presente en el imaginario colectivo de la mayoría de los ciudadanos cuando se trata de celebrar elecciones, ese personaje es Andrés Manuel López Obrador. Hábil como pocos para permanecer presente a partir de la alternancia electoral del lejano año 2000, ha sido también hábil para autodestruirse cuando ha estado cerca de ser elegido presidente de la República o de ganar una gubernatura como sucedió el fin de semana pasado.

Desde su salida del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la década de los noventa, pasando por sus manifestaciones contra Petróleos Mexicanos en su natal Tabasco, su Éxodo por la Democracia cuando por primera vez denunció el robo de una elección sin aportar pruebas suficientes, su famosa arenga “cállate chachalaca” que le valió perder la presidencia de la República en el año 2006 hasta la elección del domingo pasado donde su Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) perdió la gubernatura del Estado de México, López Obrador ha mostrado su misma faceta: impugnar elecciones y denunciar robo de las mismas.

Así ha sido AMLO y así seguirá de cara al año 2018 cuando él aparecerá en las boletas electorales. López Obrador ha demostrado a lo largo de los últimos años que no sabe ganar, ni aprende a perder en el juego democrático mexicano. Al contrario, denuncia, impugna, descalifica, presume elección de Estado, intromisión del gobierno estatal o federal, presenta pruebas, aporta vídeos, lleva cajas con papelería y animales de corral ante las autoridades electorales, acusa de cerdos, cochinos y marranos a sus adversarios y organiza conferencias de prensa para arengar en su favor fraude electoral de la “mafia del poder” o de las instituciones electorales.

AMLO no le da crédito a sus candidatos, es él el principal protagonista, es el que manda, ordena, impone y destaca, al menos así lo dibujo en el Estado de México cuando en público presentaba a la maestra Delfina Gómez como la esperanza de esa entidad. Como aprendió en el viejo régimen, él es el creador de Morena y entonces le corresponde a él nombrar candidatos, ponerse al frente de la campaña, rodearse de incondicionales, generar lealtades y presentarse como un personaje incorrupto con un discurso de honestidad, aunque a su alrededor operen personajes como Eva Cadena, Ricardo Monreal, Rocío Nahle y Martí Batres.

López Obrador como ningún otro político mexicano ha sabido destacar en las jornadas electorales. Se desmarco del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y creo su partido político para iniciar a denostar el sistema de partidos, donde el único puro a la vista de él era Morena, fuera de su institución política todos los demás son parte de la corrupción, de la mafia del poder, de los “camajanes”, de los que han creado pobreza, de los que han fomentado la criminalidad y son rateros porque se roban elecciones que él y su partido ya tienen ganadas.

AMLO no sabe ganar en democracia porque a pesar de que su partido político ha crecido en los últimos dos años como no lo hecho ningún otra institución partidista, no le da crédito a su presencia en el Congreso de la Unión, en los congresos estatales, en las presidencias municipales y a su competitividad en elecciones estatales como la desarrollada el año anterior en Veracruz y en la del domingo pasado en el Estado de México, al contrario todo ese avance lo echa a la basura cuando termina la jornada electoral, desconoce a sus representantes de casilla que son los que firman y aceptan los resultados electorales y López Obrador se coloca al frente de lo que él denomina “fraude electoral”, lección que tiene ensayada desde los años noventa.

AMLO ha demostrado desde hace una generación que es un político que no sabe perder. En democracia electoral se gana o se pierde en razón de los votos y quien pierde tiene que reconocer las instituciones electorales, a sus adversarios políticos y a los ciudadanos que emiten el voto por los partidos políticos que participan. Si el candidato resulta perdedor entonces su institución política tendrá que volver a contender por los puestos públicos.

Ninguna elección se gana con arengas baratas, ni con bloqueos de calles, ni con presunciones de honestidad, ni con denuncias de fraudes, ni editando vídeos, ni llevando como escudero a Ricardo Monreal. Eso parece que AMLO no lo ha aprendido, ni lo quiere aprender y así será de aquí a julio de 2018 cuando se den los resultados de la renovación de la presidencia de la República.

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