Sábado 18 de Mayo de 2024

Bitácora

Y que llega Francisco González Arias con otros veinte taxistas a la Presidencia municipal con una protesta pacífica que versaba sobre la exigencia de los de su agrupación, Taxistas de Valles y la Región, al Ayuntamiento de que ponga orden en el centro de la ciudad, junto con la SCT y que saque de circulación a los conductores de taxis rojos, que le quitan a él y a sus agremiados la gorda de la boca, porque se ponen a ruletear en pleno centro, cuando se campo de acción es solamente de Valles a algún ejido, nada más. Los atendió el secretario del Ayuntamiento, Raúl García Salazar y parece que todo culminó en buenos términos.

Pero los reporteros de este diario, que tienen una memoria prodigiosa y diabólica, le preguntaron a Pancho González que si hacía la protesta con la finalidad de volver a dotarse de llantas para su unidad y las de sus compañeros como había hecho el 26 de abril pasado, cuando él y sus compañeros desquiciaron a todo el centro de la ciudad, taponando la avenida Juárez e Hidalgo, alrededor de la Presidencia durante horas, para recibir en premio los neumáticos de manos de la entonces alcaldesa, Alicia Juárez Luna (Jorge Terán andaba en campaña de reelección) y, aunque González Arias negó entre titubeos que eso hubiera ocurrido hace más de un año, el nerviosismo por la pregunta se le asomó al rostro.

En aquellos días, también protestaban por los taxis  rojos, solamente que se les acabaron las ganas de protestar luego de que Proyectos Productivos les entregó los paquetes de llantas y luego de que dejaron a comuneros sin sus materiales para trabajo campirano que ya no le entregaron a nadie. Lo extraño fue que González Arias fueron corriendo a poner las llantas a sus carros y los taxis rojos siguieron circulando sin cesar. ¿Ahora qué querrán?

Las aguas se amansaron sobre el tema de las adecuaciones que tienen que hacer los trabajadores de la DAPAS, cuando el director de este organismo, Marco Antonio Guillén explicó que los mismos operarios que trabajan dentro de la planta para que no deje de haber suministro a los ciudadanos, serán los que cambien las bombas para impulsar agua a la zona norte de la ciudad, que es la más alta del municipio, estén o no estén los huelguistas taponando los accesos al edificio del agua potable.

Eso al menos garantiza que no se suscite el enfrentamiento entre sindicalistas y trabajadores de confianza y lo único que falta es rezarle a algún dios prehispánico o judeocristiano para que mande las lluvias de una vez por todas porque el río se encuentra en una de sus peores crisis en una década, ya que se encuentra a un centímetro de llegar a la escala crítica de 40 centímetros del espejo del agua al fondo, límite en el que no sólo comienza a escasear el líquido vital, sino que se amuela todo el ecosistema del afluente, dejando sin oxígeno a las algas y a los peces y provocando un caos de daños que podrían ser irreversibles.