Viernes 10 de Mayo de 2024

El presidente que se va

PORFIRIO M. LÓPEZ

A tres meses de irse de la titularidad del Poder Ejecutivo, Enrique Peña Nieto ofreció diversas entrevistas a medios de comunicación, donde en algunos segmentos del ejercicio hace una especie de autoevaluación sobre su paso por la Presidencia de la República. Asume tibiamente costos de la derrota electoral de su partido político, se escabulle en las preguntas complejas y se arremolina en el sillón cuando trata de mostrar las bondades de su sexenio.

Al margen de los dichos, hechos, frases, mea culpa, meneos, alocuciones con las manos, expresiones de rostro y miradas que el presidente Peña Nieto pretendió mostrar en su recorrido verbal con diversos titulares de noticias, en ellas se pudieron notar las dos postales de lo que siempre fue el presidente de principio a fin de su sexenio: un personaje elegante, disciplinado, sonriente, expresivo, atento a la cámara, entrenado para el foco de la televisión, pero también un político frío, distante, evasivo, confiado y dispuesto a defender sus reformas a pesar de la adversidad de las estadísticas oficiales.

Cerca del ocaso de su presidencia, la primera postal nadie la va a recordar. Nadie dará testimonio de un presidente jovial como siempre lo quisieron mostrar y entrenar desde la casa de Los Pinos, nadie le dará créditos por sus reformas y nadie lo recordará como el gran transformador de México, como se quiso vender al inicio de su sexenio.

Al contrario, al presidente Peña Nieto todos lo recordarán por el presidente de la corrupción acumulada, por ser el presidente de la menor aprobación presidencial en la historia del país desde que se empezó a medir la popularidad del presidente de la República. El presidente de origen mexiquense se le recordará más por la tragedia y la corrupción consentida en su sexenio que por las reformas estructurales que tanto anheló presentar como la gran transformación de México en el siglo XXI.

A Enrique Peña Nieto lo perseguirán los fantasmas de los casos de corrupción como: Monex, Odebrecht, La Casa Blanca, la constructora Higa, desapariciones como la de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, la aprehensión y liberación de Elba Esther Gordillo, la corrupción de Javier Duarte, César Duarte, Rodrigo Medina, Roberto Borge, Humberto y Rubén Moreira que fueron los gobernadores jóvenes que llegaron al poder en las entidades federativas como signo del nuevo PRI, la matanza de Tlatlaya y Tanhuato.

Todos esos actos de corrupción y barbarie agraviaron a un amplio sector social y derivó que el PRI en las elecciones presidenciales recientes se derrumbara al no poder ganar ningún distrito electoral nacional y toda esa corrupción sexenal arrastró al resto de los partidos políticos tradicionales, que terminaron en la reciente elección en un distante segundo, tercer y cuarto lugar.

En consecuencia y tratando de lavar culpas o de mostrarse ante las cámaras como un presidente consciente de la realidad que hereda a próximas generaciones, el presidente a tres meses de dejar la Presidencia de la República, recalca que si alguien se sintió ofendido, lastimado o afectado por su acción de gobierno pide perdón. Un perdón que cae como una semilla en terreno árido, dado su bajo porcentaje de popularidad o aprobación de gestión presidencial.

Al final de su ejercicio gubernamental nadie recuerda la creación de la Gendarmería Nacional, la cual fue pensada desde la Secretaría de Gobernación con el objetivo de detener los altos indicadores de criminalidad en entidades y municipios y nadie da crédito por la Cruzada Nacional contra el Hambre, creada desde la Secretaría de Desarrollo Social y que tenía la intención presidencial de atender municipios con altos grados de marginación para resolver el problema histórico de la pobreza en entidades como Chiapas, Oaxaca y Guerrero.

En esos dos temas Peña Nieto termina con saldo negativo, hasta abril de este año el reporte oficial indica una cifra de 104, 674 carpetas de investigación por el delito de homicidios dolosos y en materia de pobreza según reportes del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) el gobierno de Peña Nieto heredará a su sucesor la cifra de 53.4 millones de mexicanos en condiciones de pobreza.

En consecuencia, Peña Nieto llega al final de su mandato sin los compromisos cumplidos, pidiendo perdón como en su momento lo hizo el melodramático de José López Portillo, termina distante de la voluntad popular y con su partido que lo hizo presidente en la marginalidad legislativa. Peña Nieto ha dicho en sus entrevistas finales que le gustaría ser recordado como un presidente que le cumplió a México. La realidad política, económica y social no permiten recordarlo como un demócrata o como un estadista, lo único que le recordarán es su incompetencia para cumplir lo expresado cuando le impusieron la banda presidencial y lo único que muchos ciudadanos dirán a sus hijos es que hubo una vez que un presidente hizo de la corrupción amasada y consentida una forma de ejercicio gubernamental.