Miguel Barragán
[Huasteca Hoy]
El tono de voz de la madre es el de urgencia, aunque su hija de 15 años ya haya regresado a su casa, después de una semana de haber desaparecido. La madre solamente puede tener ese tono de voz ya, porque pasó de tener a una niña bien portada, seria, buena estudiante y apegada a casa, que además daba catecismo, a tener a una hija evasiva, taciturna, casi muda y con una profunda adicción al cristal, una droga barata que le está consumiendo el cerebro a decenas de jóvenes en Valles, según las trabajadoras del DIF de esta ciudad.
La mujer y su hija están plenamente identificadas por este reportero, pero el nombre de la mujer se suprime por petición de ella misma.
Esta historia fue motivada por la desaparición de la joven, de 15 años de edad, que se esfumó el domingo 22 y no apareció sino hasta la semana siguiente.
“No le saco nada de nada. Le pregunto que dónde andaba y me dice que estuvo en una casa de la Altavista, nada más”.
A estas alturas, el reportero preguntaba detalles sobre la relación familiar entre la mujer y su hija, para saber por qué la desfachatez de la menor de desaparecer una semana de su casa sin avisar: ¿estaba con su novio? ¿Se fue de viaje con amigas? ¿Huyó de su casa por pleitos con sus padres? La realidad era más cruel que de costumbre.
“Ah, ella es adicta a las drogas”, señaló la madre como si se le hubiera olvidado la verdad más atroz de su existencia. Acaso ruega al cielo que se le olvide.
