Lunes 13 de Mayo de 2024

Campañas electorales: entre odios y violencia

PORFIRIO M. LÓPEZ

Las campañas electorales del presente año están marcadas por dos escenarios de gran riesgo: por un lado la creciente violencia que ha provocado la muerte de varios candidatos en diversos distritos y espacios locales y por el otro, el creciente odio generado desde las redes sociales, lo cual exaspera los ánimos de los militantes de diversos partidos políticos y viene convirtiendo ese odio en fanatismo. Mucho tienen que ver en el último aspecto los cinco candidatos presidenciales, pero también hay que observar el comportamiento político en las entidades federativas.

De acuerdo con datos oficiales del Instituto Nacional Electoral (INE) noventa y tres políticos y catorce candidatos a puestos de elección popular han sido asesinados, para analizar la dimensión de esa violencia política la consultoría Etellekt anota los asesinatos por categorías: 29 precandidatos y candidatos, 16 ex alcaldes, 13 regidores, 12 militantes, 10 alcaldes, 8 dirigentes locales, 2 ex regidores, 1 síndico, 1 ex síndico y 1 antiguo diputado federal. De esa violencia criminal hay que trasladarse a la violencia verbal que protagonizan los candidatos presidenciales, lo cual incrementa los niveles de odio, pasión, rencor, irracionalidad y fanatismo.

Los cinco candidatos a la Presidencia de la República han ido aportando sus dosis de virulencia. Andrés Manuel López Obrador experto en la lucha política de la calle, amedrenta por igual a sus adversarios que a los empresarios, azuza y calienta el ánimo político electoral, marca la agenda de los demás candidatos un día y al otro pide amor y paz, José Antonio Meade cambia el discurso y hoy luce más atrabancado, más duro en sus declaraciones, se convenció o lo convencieron de que tenía que ser un candidato más agresivo para intentar competir y evitar el desastre del PRI.

De igual forma Ricardo Anaya se muestra más enojado, más encolerizado en cada presentación pública, se dibuja rabioso en términos de política electoral. De forma paralela los candidatos independientes Jaime Rodríguez y Margarita Zavala hacen lo mismo que los otros tres candidatos, prometen, se muestran coléricos, intentan polarizar y usan palabras altisonantes para atraer reflectores mediáticos.

Tales posicionamientos verbales de los candidatos han hecho que cualquier cosa, foto o declaración que realice cualquier candidato presidencial en la red social denominada Instagram, Facebook o Twitter de forma instantánea recibe calificativos negativos. En tiempos de redes sociales nadie puede intuir, presentar, escribir o manifestar sus preferencias políticas o electorales, porque de forma rápida viene la andanada de adjetivos irracionales. Lo que le ocurrió al columnista Ricardo Alemán la semana pasada es una postal de la polarización política electoral que vive este país.

Pero ese ejemplo cunde por igual en la lucha por las senadurías, por las diputaciones federales, por las diputaciones locales y por las presidencias municipales. A todos los candidatos los usuarios de redes sociales los tratan con el mismo desprecio, con rencor y con odio que reflejan en los calificativos usados. Decirle tonto o corrupto a un candidato es lo menos que un usuario escribe a un político que no es de su preferencia, existen quienes dedican párrafos extensos donde lo único que dejan en claro es un léxico lejano de toda argumentación teórica.

Simplemente todo aquel que sale en las redes sociales a manifestar su apoyo o su desacuerdo con algún candidato es presa de la comunidad digital, para que sea vapuleado con una serie de palabras salidas del arrabal, de un lupanar o de una piquera. En elecciones parece que no hemos aprendido otra cosa más que a descalificar, a despotricar, a denostar, parece que no hay tregua para la civilidad política. Todos los calificativos negativos llegan en tiempos de alta corrupción y alta violencia, quizá por ello en lugar de diplomacia política, el escenario electoral que tenemos en puerta está preñado de ofensas y de descalificaciones, de ánimos caldeados por lo que diga tal o cual candidato. No hay un mínimo de racionalidad, al contrario existe en el ambiente político electoral un sesgo de violencia, de agarrarse a golpes, de insultarse y de ofender sin razón.

La elección de 2018 será recordada como la más encarnizada en las redes sociales y como la más virulenta porque todos los candidatos y los poderes denominados “fácticos” se disputan a muerte cada voto. La elección de 2018 llega en un clima de alta intolerancia en tiempos donde el país se desangra por tantos muertos aportados por la violencia ejercida por bandas del crimen organizado y por el aumento de desapariciones. Nada de ello parece importarle a quienes hoy quieren ser presidentes de la República, senadores de la República, congresistas federales, locales y presidentes locales, todos en mayor o menor medida contribuyen con sus dichos y sus hechos, con sus estructuras, con sus militantes y con sus fanáticos a elevar el nivel de crispación política, de incertidumbre y de violencia.