Viernes 03 de Mayo de 2024

Milagros de Jesús

En su vida realizó un sinnúmero de prodigidos; quienes lo seguían y eran testigos de los actos, aumentaron su fe y esperanza

Quienes presenciaban los grandes prodigios que hacía Jesús, reconocían en Él, el Salvador del Mundo y daban Gloria Dios.

Jesús y los apóstoles fueron invitados a una boda.

A la mitad del banquete se acabó el vino. La Virgen María, quien estaba presente le pidió a Jesús que hiciera algo.

El Señor ordenó que llenarán de agua los jarrones. El agua se transformó en vino sabrosísimo; este fue el primer milagro que hizo Jesús, demostrando también su amor hacia su madre.

Tempestad

En una ocasión, los apóstoles se embarcaron junto con Jesús. De pronto, se desató una furiosa tempestad, Jesús, mientras

tanto dormía.

Cuando llegó a ser muy grande el peligro de zozobrar, los apóstoles despertaron al Señor gritándole: ¡”Maestro, sálvanos!”. Entonces Jesús se levantó y le ordenó al mar que se calmara.

De inmediato cesaron los vientos y el mar volvió a ser placido y seguro.

Pescador de hombres

Un día, Jesús se puso a predica desde una barca. Después de que la multitud se retiró, Él dirigió sus palabras a los apóstoles, le ordenó a Pedro que echara las redes para pescar.

Pedro les respondió: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando sin pescar nada pero en tu nombre, echaré la red”.

Fue tan grande la pesca que llenaron las barcas. Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le suplicó: “Apártate de mi Señor, pues yo soy un hombre pescador”, y Jesús le dijo: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres”.

Curación del paralítico

En otra ocasión, Jesús estaba predicando dentro de una casa. Como había mucha gente, no pudieron entrar unos hombres que llevaban a un paralítico; entonces subieron al enfermo hasta arriba de la casa y levantando un aparte del techo por allí bajaron la camilla.

Jesús alabó esa fe tan grande y le dijo al paralítico: “Tus pecados, te son perdonados”.

Unos fariseos que estaban presentes comenzaron a pensar que Jesús era un blasfemo porque se le atribuía el poder de perdonar los pecados.

Jesús, que leía sus pensamientos los corrigió: “Para que sepan que el hijo de Dios tiene una autoridad para perdonar los pecados, yo te digo: “Levántate, toma tu camilla y anda”. El enfermo se levantó completamente sano y se fue a su casa dándole gracias a Dios y alabándolo.

Su palabra

Cuando Jesús se encontraba en Cafarnaúm, se le presentó un centurión rogándole: “Señor mi criado está enfermo y sufre mucho”, Jesús le contestó: “Iré personalmente

a curarlo”.

Aquel centurión repuso: “No Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa: basta una palabra tuya y mi criado sanará”.

Jesús se quedó admirado de esa fe tan grande y así lo comentó con quienes lo rodeaban: “De verás que nunca había encontrado tanta fe”.

Y la centurión le dio: “Vete en paz, y que suceda tal y como lo has creído”. En efecto, en ese mismo instante, el criado sano.