Miercoles 15 de Mayo de 2024

Todos en campaña Por Porfirio M. López

Ante la ausencia de organismos que regulen las ansias de poder de los políticos y ante la presencia tibia del Instituto Nacional Electoral (INE) como hongos han surgidos tomas de protesta de organizaciones, reuniones en plazas públicas para remediar problemas de vivienda o pavimentación, fiestas en parques públicos, bailes populares, rodeos y jaripeos, organizaciones de presunta sociedad civil, padrinazgos en escuelas de todos los niveles, cabalgatas, recorridos por las comunidades rurales, ejidales e indígenas, reparto de productos de la canasta básica en colonias populares, entre otras artimañas de corte social, pero con fuertes olores a compra y coacción de posibles votos. Desde el presidente de la República hasta el presidente municipal todos andan ya en franca y descarada campaña electoral.

Las últimas postales que ha mandado el presidente de la República Enrique Peña Nieto, habría que verlas en ese sentido. El titular del Ejecutivo ha venido presumiendo en los últimos días –y lo seguirá haciendo en las semanas que faltan de este año- avances en materia de creación de empleos, ha exaltado el aumento al salario mínimo y en su encuentro con los medios como si fuera un remedo de la película de Luis Estrada “La ley de Herodes”, ha declarado que el candidato de su partido no se elegirá con aplausos o elogios.

En el otro frente el candidato natural del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) Andrés Manuel López Obrador, presenta su plataforma electoral para la campaña electoral del 2018 y en clara provocación se registrará el próximo 12 de diciembre como precandidato. Sin importarle las autoridades electorales, pasando por alto la etapa denominada precampaña electoral, el político más aventajado en todas las encuestas realizadas hasta el momento presentó cómo va a gobernar si llega al poder presidencial en julio próximo.

El político tabasqueño no explicó nada nuevo de lo que hemos escuchado en los últimos años, se concentró en la honestidad, en la reducción de salarios de altos funcionarios, en el despojo de la pensión a ex presidentes, un proyecto alternativo de país que no es otra cosa que remedos experimentados en los años 70 del siglo pasado.

De igual forma los presuntos aspirantes del denominado Frente Ciudadano por México que aglutina a Movimiento Ciudadano (MC), Partido Acción Nacional (PAN) y Partido de la Revolución Democrática (PRD) no definen nada, ni su candidato presidencial, ni su plataforma de un posible gobierno, ni los mecanismos de la elección de candidatos a otros puestos en el Senado y el Congreso de la Unión. En medio de ambigüedades Miguel Ángel Mancera, Ricardo Anaya y Rafael Moreno Valle forman parte de los políticos que aspiran a ser nominados, lo único seguro sea quien sea el candidato del frente, es que ese maridaje de izquierda y derecha no ganará la presidencia.

En otro escenario hay que ver como se están comportando los integrantes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) educados en el dedazo, la figura del tapado, la disciplina y la lealtad presidencial, todos están agazapados para saltar al momento que el Presidente de la República decida quién será el candidato tricolor.

Hoy el PRI del presidente Peña Nieto parece ser el PRI de blanco y negro de los años 50. Como si el país hubiera retornado a los tiempos dorados del priismo hegemónico, con la vieja guardia donde abundan personajes como Humberto Roque, Emilio Gamboa Patrón, César Camacho, entre otros que funcionan como escuderos de los denominados “bebesaurios”, el presidente Peña Nieto tiene el control de la candidatura del PRI.

Mientras eso sucede en los estados donde el PRI gobierna o donde controlan el congreso local o donde tienen asegurados los distritos electorales, el partido en el gobierno realiza sus operaciones tradicionales: cabildeo, capacitación, movimiento de sectores, renovación de cuadros, control de comités directivos estatales y locales y uso de cacicazgos o patronazgos familiares.

El resto de la clase política que alberga a los denominados partidos “clavija” o chiquitos, permanecen a la espera de lo que denomina el efecto “remora” para definir con quien se alían y salvan su registro. El Partido Verde Ecologista, del Trabajo, Nueva Alianza, Encuentro Social y el resto de partidos locales en las entidades no han aprendido otra cosa en los últimos veinte años que vivir del presupuesto electoral, tener líderes vitalicios en la presidencia de su comité directivo nacional, estatal o local, colgar uno o dos diputados locales o algún regidor en los municipios.

Hacia el final de este año y ante el inminente inicio de lo que las autoridades electorales han llamado precampañas, a la clase política que gobierna y la que aspira a hacerlo no le importa nada. No les interesa que el presente año será el más violento en los últimos años, que el indicador de feminicidios siga elevándose, que el crecimiento económico sea bajo, que los efectos del sismo de septiembre tenga a miles de familias sin hogar, que se valide una elección estatal como la de Coahuila, que organismos de la sociedad civil reflejen con cifras la fragilidad social del país. Nada de eso importa ya, el sexenio prácticamente ya se terminó y con ello hay que dejar pasar todo el ruido político y el polvo mediático que levantarán quienes aspiren a revertir los daños del peñanietismo.