Martes 21 de Mayo de 2024

Se cumplen 80 años de matanza en Valles

Miguel Barragán

[Huasteca Hoy]

Ayer se cumplieron 80 años de la matanza del 3 de octubre que dejó cuatro muertos y 18 heridos, en el primer atentado contra civiles en la historia de Ciudad Valles, de acuerdo con la cronista de la ciudad, Belén Altamirano Izaguirre.

El mitin

Aurelio Manrique era un catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México y un pensador mexicano que había incursionado en la política con pensamientos liberales, alejados del concepto antidemocrático del cacicazgo, que era ejercido raja tabla en algunos estados, como el caso de San Luis Potosí, donde solamente “tronaban los chicharrones” de Saturnino Cedillo, el líder revolucionario que después se levantó en armas contra el Gobierno de Lázaro Cárdenas, terminando muerto, por su atrevimiento.

Manrique promovía en su discurso, la candidatura de José de la Luz Cerna a un grupo de medio centenar de vallenses que se entusiasmaban con las valientes palabras del barbón de hablar alambicado y de maneras vehementes y resueltas.

Muchos de los asistentes comían limas, porque en ese tiempo, la plaza principal era un plancha con jardines alternos que gozaban de la presencia de árboles de lima. Era domingo y el sol calaba con la misma intensidad que ahora. Los políticos trajeados sudaban copiosamente, pero para un hombre de política era impensable presentarse ante el público en mangas de camisa.

Algo vio Casimiro Castellanos, quien vivía donde ahora se encuentran las oficinas del PRI y en donde está la paletería La Michoacana, que lo hizo sentir desconfianza extrema, ya que una caterva de tipos rudos pasaron cerca de su casa y luego desaparecieron allá por el rumbo del café La Madrid, que era un inmueble que estaba donde ahora se encuentra el edificio de varias plantas, donde estaba la Subprocuraduría de Justicia, frente al jardín.

Casimiro era amigo de Manrique y se metió entre la gente, dirigiéndose a su camarada.

Los balazos

Casimiro Castellanos le dijo a Aurelio Manrique que lo acompañara y de seguro éste se negó, porque estaban en pleno acto político. Castellanos insistió. En el pequeño pueblo que era Valles, se había regado como pólvora el chisme de que hombres del general Cedillo habían llegado, armados, a poner en su lugar a esos demócratas que renegaban del cacicazgo, lo ejerciera quien lo ejerciera. La insistencia de Castellanos fue mucha y Aurelio accedió a acompañarlo a su casa.

De acuerdo con un relato que recuerda la cronista y que pertenece a Adán Flores Orta, un hombre de los que escuchaba a los políticos trepados en el kiosco sintió cómo una bala pasaba cerca de sus dientes, cuando abría la boca para comerse su elote.

Los hombres de Cedillo estaban trepados en lo alto del café La Madrid y uno de ellos disparó a mansalva contra los mitoteros, con una metralleta Thompson, de las que tenían un cargador circular y que eran las armas preferidas de los gángsters de los años treinta.

Cuatro cayeron en ese lugar, muertos. Otros 18 quedaron heridos. La historia ha registrado en reiteradas ocasiones que la metralleta Thompson era muy inestable, al momento de jalar el gatillo y ese defecto de fabricación quizá salvó a muchos vallenses de morir.

Los heridos fueron trasladados al hospital de la oficina de Caminos, que hoy es la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, que era el centro médico instalado en la recientísima carretera México-Laredo, precisamente para la atención de los obreros que afinaban detalles de la rúa.

Ese día, el escaso personal médico no se daba abasto con tanto herido de bala, convirtiendo el apacible centro de salud en un dantesco escenario de sangre y desesperación.

Aurelio Manrique se fue de Valles ese mismo día, junto con los demás políticos y el cacique acaso fue informado en la tarde de su exitoso acto terrorista, mientras digería su comida.

En Valles, hubo silencio esa tarde y un mutis sepulcral en esa primera noche de terror político de los vallenses.