Martes 21 de Mayo de 2024

QUE SÓLO SEA VALLES

Miguel Barragán Lárraga

Hace mucho tiempo, en los años ochenta, frente a lo que hoy es un motel famoso por ser de los primeros que funcionaron como sitio de encuentros sexuales, había un letrero que rezaba simplemente “Ciudad Valles, 320 mil habitantes”.

La placa era blanco de ataques como la señalética de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes que indica nombres de poblaciones e información ajena a los caminos y kilometrajes.

Quien vivía en Valles es esa época y estaba medianamente enterado del entorno, sabía que en la pequeña leyenda había una desproporción monstruosa con la realidad.

Así es, hoy, el que esto escribe, tiene 41 años de edad y sabe que, de acuerdo con el conteo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), los que viven en Valles son poco más de 170 mil habitantes, es decir, poco más de la mitad de los que anunciaba el letrero enmarcado de la SCT, en los años ochenta.

De hecho, es un recuerdo claro, el de ese letrero, porque padre nos llevaba a comer cada fin de semana a un restaurante de una señora alemana, apellidada Kuderna, para allá, para el rumbo del rancho Birmania y, cada que veíamos ese letrero, padre peroraba sobre las mentiras de los gobiernos y del sistema mexicano en general.

Padre contaba que le habían dicho que, en plenos años ochenta, (debió haber sido 1984 o 1985), para que un municipio pudiera acceder a beneficios de parte del Gobierno federal, entonces debía presumir de tener un mínimo de habitantes que rondaba los 320 mil que rezaba el letrero blanco. Recordaremos que el programa del Ramo 33 no existía en ese tiempo.

Por eso se inflaba la información al visitante o al mismo vallense que iba y venía de la carretera nacional sur, para poder obtener el beneficio económico del sacrosanto, intocable, despótico y siempre priista Gobierno federal. Padre calculaba que en ese tiempo quizá los vallenses no sumábamos los 110 mil. Quizá menos.

El Valles de los ochentas era muy hermoso, porque tenía instalaciones modernas en varias calles del centro, pero no dejaba de ser un pueblito, donde mucha gente se detenía a platicar y saludar a gente que conocía de años o sólo de vista. Los clanes familiares más connotados por peculio o por talento eran conocidos por todos, sin excepción.

Y es lógico, ¿no? Porque si ahora, que Valles es una pesadilla de tráfico lento en el centro y un desorden vial en las calles, apenas somos 170 mil, ¿cómo es que en los años en los que yo estaba en la primaria y suspiraba por Kathleen Turner (vean fotos actuales, para que entiendan), fuéramos 320 mil?

Es parte de las mentiras del pasado y que han repercutido en el presente. Lo que sí recuerda mucha gente es que casi las mismas calles que estaban pavimentadas entonces, están pavimentadas ahorita. Había más cines que ahora. Había más industrias que ahora. Había más poder adquisitivo que ahora. Y por supuesto que la delincuencia era una cosa de ciudades malditas, como el, en ese entonces Distrito Federal, pero no de lugares como Valles.

Lo de Ciudad se le acuñó desde tiempos anteriores, por la misma razón por la que se dice Ciudad Santos a Tancanhuitz, cuando no tiene ni 70 mil habitantes, porque había que tener un estatus para ser de los privilegiados.

Lo peor de todo es que, para no quedar mal con la gente de verdaderas ciudades, mejor hay que decirle a Ciudad Valles, Valles a secas.