Martes 21 de Mayo de 2024

El gran socavón llamado México

Miguel Barragán Lárraga

[Huasteca Hoy]

Hace unos años, un camión de volteo quedó viendo al cielo, cuando toda su pesada caja se derrumbó en plena calle Artes, a un lado del museo, debido a un socavón que se convirtió en la peor pesadilla de un joven chofer. Las razones por las que la calle se abrió y se tragó literalmente al pesado armatoste fueron las filtraciones de drenaje que hay en el subsuelo de Valles, debido a que las línea de drenaje tienen más de sesenta años y, en algunas de las partes de la ciudad, el hipogeo no es más que una filtración constante de aguas negras que, día tras día, mes tras mes, año tras año, reblandecen las calles de esta ciudad; incluso las viejas calles que estaban bien hechas.

Hubo explicación. Con la pena y todo, pero cuando el camión sucumbió debido a su propio peso y a lo debilitado del suelo, nació el argumento mediático del director técnico de la DAPAS, Raymundo Cano Tinajero de que la falta de drenajes provocaría problemas de este tipo y de otras naturalezas, en lo sucesivo. Luego vino el monto que los cálculos presupuestales de la dirección técnica de la DAPAS y cuando se supo cuánto más o menos costaría ponernos nuevos drenajes, pues entonces todo mundo olvidó el asunto y que se hunda el mundo, “al cabo, para morir nacimos” ¿no?

Esto es significativo, no porque las calles viejas de la ciudad estén mal construidas. De hecho, están tan bien construidas, que algunas de ellas tienen el privilegio de nunca haber sido parchadas en más de cuatro décadas; sino porque las obras que no se ven nunca las quiere hacer nadie.

Un ejemplo: un político que quiere ganar dinero y notoriedad, hace una obra visible, aunque esa obra no sirva para nada, ah, pero nunca hará una obra si ésta no se nota.

El drenaje que se encuentra completamente colapsado en Valles y que hace que los de esta ciudad caminemos sobre inmundicia y humedad sin tregua es una obra costosísima (el doble de cara que el parque Tantocob que está haciendo el Gobierno del estado, en la parte poniente de la ciudad) y muy necesaria, pero ningún político de la actualidad invertirá esa ingente cantidad de dinero en drenajes que no se ven y que no le podrán dar la oportunidad de presumir a todos sus seguidores o votantes potenciales.

Una obra necesaria no necesariamente es visible. Por eso nadie invierte en penales. Que el diablo se lleve a los presos y sus hacinamientos o malas condiciones de vida. Dentro de una cárcel no se ve la obra, a pesar de que la labor de un centro penitenciario es una de las más encomiables e importantes: reinsertar en sociedad a hombres que han delinquido, reivindicarlos con el mundo, Bah, a quién le importa.

En todo el país se abren socavones de otro tipo. Los que dejan las obras costosas que hacen a muy bajo precio los constructores. Esto es el colmo, los socavones que se han abierto en todo México son la obra más pedestre de la corrupción política mexicana. Un Gobierno planea una obra cara, entonces hace que el rico que le pagó la campaña gane la licitación para la construcción, aunque el ricachón no sea constructor; y por último, se hace lo más jugoso: una obra de mil millones, la hacen con doscientos millones. Los ochocientos millones se reparten entre el Ejecutivo y el constructor. Esos doscientos millones son una prueba para un encargado de obra, porque con nada, tiene que hacer algo que aparente ser mucho. Más hoyos se abrirán, sin que nadie pida que se lo trague la tierra.