Martes 14 de Mayo de 2024

El entorno de la violencia de género

Miguel Barragán Lárraga

Estamos a nada de que surja en España un estudio sobre la violencia de género, como un fenómeno que no es homogéneo (es decir, no sólo se avocan a pensar que el hombre es quien mata mujeres y que la mujer es una víctima indefensa), sino multifactorial. De hecho, la pregunta que se plantea el Ministerio del Interior del país ibérico, encargado de hacer esa pesquisa es muy simple: ¿Por qué las matan?.

Aunque hay datos preliminares al respecto, no se puede concluir nada todavía y se tendrá que esperar para saber qué pasa, cómo se dividen las clasificaciones de los agresores y en qué circunstancias vivía la pareja, basándose en entrevistas con familiares de la otrora pareja y con personas allegadas a ella.

Suena interesante y suena más interesante un dato que tienen acerca de los feminicidios en aquél país: el 45 por ciento de los que mataron a su mujer o pareja, eran hombres sin ningún tipo de antecedente violento ni con tendencias de violencia anterior a la que ejercieron.

Obviamente hay muchas aristas al respecto y habrá que conocerlas una vez concluido el trabajo de investigación en el que participan cientos de especialistas, con la finalidad de hacer prevenible el fenómeno, basándose en la experiencia que vivieron las occisas y lo que la familia vivió.

Las opiniones al respecto son raja tabla: la mujer es víctima y el hombre es victimario. Sin embargo, hay muchas cosas debajo de la superficie que mucha gente no se pone a pensar al respecto. Es inadmisible que un hombre golpee a una mujer. Inadmisible. Así de simple. No se debe tolerar ningún tipo de violencia y menos la que un hombre ejerce contra una mujer, nunca, nunca.

Pero hay que hacer un pequeño alto en este sentido: dentro de las múltiples denuncias que hay sobre violencia familiar (entiéndase, una mujer siendo golpeada por su pareja sentimental), hay un gran sector de féminas que no denuncian y que incluso defienden el nombre de su agresor porque temen quedarse sin la manutención o porque tienen miedo a que la dignidad de su pareja se vea manchada, a los ojos de sus hijos. El otorgamiento de perdón es una de las cosas que más desquicia a funcionarios, porque ante agresiones graves, muchas mujeres prefieren perdonar.

Pero qué pasa con la dignidad de alguien que soporta golpes e incluso defiende a su agresor. ¿Por qué sigue en el mismo lugar si la violencia física ya se instaló en la relación? Se entiende que haya casos en los que una mujer no sea bien atendida por las autoridades y que éstas no la salven de su golpeador, a tiempo, pero aquellas que buscan estar en donde son agredidas, resultan un motivo de desesperación para muchas mujeres e instancias de mujeres de cualquier nivel.

Eso sin contar con el hecho de que nadie nunca ha sido capaz de relacionar la violencia que ejercen los hombres con sus parejas, con las intrigas que se generan alrededor de esa misma unión. A saber, nunca se investiga qué relación tenía la suegra con su nuera o qué tipo de asuntos escuchó el violento sujeto que le pudo haber detonado la furia. El entorno que viven ambos puede explicar muchas cosas porque en ciudades pequeñas es tal el nivel de intriga que la violencia muchas veces la comienza no sólo el hombre, sino la mujer.

Hay que recordar que un hombre le contó a un maestro de un CBTA que su novia se acostaba con varios en su área de trabajo y ése argumento improbable fue suficiente motivo para que el docente amarrara, golpeara, violara y obligara a comer croquetas, a una mujer de 19 años de edad.

El entorno de la violencia debería ser vigilado con mucha acuciosidad, antes de señalar flamígeramente al varón.