Jueves 02 de Mayo de 2024

Bizarro triunfo de Adame en Madrid

(Agencias) MADRID.- El matador de toros de Aguascalientes, Joselito Adame fue el triunfador de la corrida de Las Ventas en Madrid, tras cortar una oreja al sexto de la tarde, al que mató de forma inédita “a cuerpo limpio” sin muleta y valió merecidamente, para que el público exigiera el apéndice. Joselito Adame había toreado […]

(Agencias)

MADRID.- El matador de toros de Aguascalientes, Joselito Adame fue el triunfador de la corrida de Las Ventas en Madrid, tras cortar una oreja al sexto de la tarde, al que mató de forma inédita “a cuerpo limpio” sin muleta y valió merecidamente, para que el público exigiera el apéndice.

Joselito Adame había toreado francamente bien toda la tarde. Había estado centrado, profesional y maduro, y enseñoreaba esa jerarquía de ser el primer espada del cartel de hoy en Madrid, donde por primera vez en su carrera asumía tal responsabilidad. Así que la impresión que estaba dejando era la de un torero cuajado, en el marco de una combinación juvenil.

Pero en el momento en que se perfiló a matar al sexto toro de la tarde, la impresión que causó entre la gente fue mayúscula porque… ¡se tiró a matar sin muleta! No se lo pensó dos veces el de Aguascalientes: se echó encima de los pitones, sin encunarse, en una suerte que nunca antes había practicado; vamos, algo que no va con él, pero que hoy, en la plaza de Las Ventas, sí tuvo un sentido lógico y muy torero: la demostración de raza que nunca lo ha abandonado; esa que lo mantiene hoy día en su sitio de privilegio entre la torería azteca.

Y en este peligroso trance resultó volteado dramáticamente, y luego quedó debajo del toro, en una estampa angustiosa que caldeó mucho el ambiente. Cuando al final consiguió zafarse de aquel peso -literalmente “muerto” que representaba el toro- se levantó hecho un león, con la taleguilla partida a la altura del muslo derecho, una brecha en la cabeza, y el corazón bien puesto. ¡Qué grandeza tiene el toreo cuando lo hacen los toreros machos!

La petición de oreja fue clamorosa, pues el público venteño no salía de su asombro al ver a aquel torero entre los pitones del toro, desafiando a la muerte con dos cojones y un desparpajo cuasi guanajuatense… “la vida no vale nada”, como cantó el gran José Alfredo Jiménez.

La corrida fue un fiasco ganadero por donde se mire. Los de El Torero eran toros bastos, desiguales de hechuras, con alguno hasta burrieciego como el quinto, que no permitió ningún lucimiento a Ginés Marín o Francisco José Espada, los dos jóvenes alternantes del mexicano.

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