[EFE]
México.- El invierno llegó repentinamente a Ciudad de México, donde la incesante lluvia y las bajas temperaturas impactaron de lleno contra la segunda caravana de migrantes centroamericanos, que se encuentra acampada en un complejo deportivo de la capital.
La tos, los carraspeos, los escupitajos y los tiriteos envolvieron el ambiente de una ciudad deportiva dividida por un río de agua que los migrantes podían cruzar gracias a ladrillos depositados estratégicamente.
Las personas que disponen de ahorros salían del campamento para comprar fideos calientes en un comercio cercano, mientras el resto debía resignarse con el café frío que entregaban organizaciones humanitarias que no tenían cómo mantenerlo caliente.
“Está congelado, no sirve de absolutamente nada”, dijo con una irónica sonrisa Kevin, un hondureño con la cara cubierta con un pañuelo y un gorro con la bandera catalana que consiguió en los puestos de entrega de ropa del campamento.
Este hondureño de unos 30 años abandonó su país en dirección a Estados Unidos, donde viven sus padres, acompañado de un coyote (traficante de personas) a quien pagó dinero para que lo acompañara.
Tras ser asaltado en Veracruz por personas con “machete”, decidió sumarse a la caravana migrante y mantener intacto su objetivo: “Si uno no se arriesga, no consigue nada”.
Es la primera vez que Kevin y el resto de los tres mil migrantes congregados ahora en la capital del país sufren tanto frío, tras haber recorrido cerca de dos mil kilómetros a través de zonas con climas cálidos y templados.
