Miguel Barragán
[Huasteca Hoy]
Zury Betsúa cumplió cinco años, el mismo día que le estaban aplicando una quimioterapia en San Luis Potosí porque sufre de cáncer en la sangre, vive en la más cruel de las pobrezas y al parecer, el tratamiento no le ha dado resultados, desde que le descubrieron la leucemia, el 18 de marzo.
El 16 de marzo pasado, Zury se puso mala. La fiebre frisaba los 40 grados, suficiente para colapsar su cuerpo. En el Hospital General le dijeron a su mamá y a su tía, que tenía paperas. Compraron medicinas y le mitigaron la calentura sólo un poco, pero ella estaba débil y tumbada. Al otro día fueron de nuevo al Hospital. Otra vez los 39 o 40 grados. Ahora el argumento es que estaba inflamada de su garganta y que de seguro era una infección fuerte.
El día 18, cuando volvieron desesperadas al Hospital, un pediatra del que no recuerdan el nombre, pero que canalizó el doctor Solano fue contundente: la niña tenía leucemia. Así, sin hacer exámenes les aseguró.
Del 18 al 22 de marzo estuvo internada en el Hospital, a base de puro mitigante de las dolencias. El día 27 la llevaron al Hospital Central de la capital del Estado. Tenían la esperanza de que se hubiera equivocado el médico de Valles, pero no, Zury Betsúa de cuatro años de edad, -en ese entonces-, tenía cáncer en la sangre y se quedó otros 15 días internada allá.
La maldita pobreza
El papá de Zury es un jornalero que se afana en limpiar monte para quien lo quiera contratar y le da entre 400 y 500 pesos a la semana a su esposa, Guadalupe Reynaga Hernández, para el sustento y para medio vivir en medio de una cañada que está en el poblado Los Jobitos, donde no hay luz, agua ni drenaje, sólo un silencio rural de espanto.
La joven mujer de 21 años de edad, no puede trabajar porque tiene un pequeño regordete de cuatro meses de edad y ahora tiene que estar al pendiente de Zury, quien no muestra las recaídas de su enfermedad, porque un niño de cinco años lo que menos entiende es eso de estar quieto.
Trae un tapaboca todo el tiempo, porque su leucemia le vulnera el sistema endócrino y cualquier microbio pernicioso la puede afectar. De hecho, ayer, mientras se hacía la entrevista, recién había salido del Hospital General, donde estuvo una semana internada por neumonía.
La familia de Zury coopera para sus viajes a San Luis Potosí o Tamazunchale, a donde va a que le apliquen las dolorosísimas quimios, de las que sale débil y con la mirada lívida, pero no les alcanza.
Los únicos que le han ayudado fueron unas personas que le organizaron una fiesta de cumpleaños a la niña, de la asociación “Cumpliendo un sueño” y el Ayuntamiento, que les da 1 mil pesos, cada que viajan a San Luis Potosí, pero el puro viaje de ida de la madre y la niña sale en 934 pesos y otros 934 pesos de vuelta, más la estancia allá. Y es que, cuando le va bien a la niña, sólo se queda dos días; pero cuando le suministran alta dosis, la permanencia es de cuatro días.
Tiene todo su cabello, todavía.
Cuando a una persona se le somete a las terapias químicas o radiológicas, debido al cáncer, un buen síntoma de que el tratamiento está funcionando es que se les cae el cabello, pero Zury continúa con su cabellera casi intacta después de cuatro meses de quimios.
A este poco efecto se le llama “Enfermedad Mínima Residual”, que es lo mismo a decir que el cuerpo de la niña no está respondiendo bien a los químicos. Las mujeres que platican con este reportero hablan y estoicamente dejan que los ojos se les arrasen. No lloran, no, porque están acostumbradas al sufrimiento, pero ni siquiera quieren pensar en lo que podría suceder si la química que le meten en las venas a la niña no funcionara. onteniendo otra vez el llanto. Escribir para hacer entender a muchos que esta familia que vive en el confín de Valles necesita ayuda, sale sobrando.