Miguel Barragán
[Huasteca Hoy]
En los márgenes del río Valles todavía hay hombres que extraen alimento para sus familias, aunque mucha gente cree que el río Valles, a la altura del parque Colosio y en donde estaba el paseo Bicentenario era solamente una corriente llena de contaminación y de agua puerca, están equivocados.
En el sitio, se observa hombres que pasan el rato acompañándose de sus amigos, bebiendo cerveza y sacando bagre y mojarra de ese afluente al que no se le atribuye nada bueno, salvo cuando se le toman fotos para fines turísticos.
Las mojarras que extraen son grandes, de hasta un kilo y la actividad tiene doble propósito, de acuerdo con uno de los pescadores: la terapia de convivir y de hacer lujo de paciencia al esperar a que el extremo del sedal comience a jalonearse y el de llevar carne de pescado a la mesa de la casa, que aparte de nutritiva es magra.
A veces se echan una cerveza, pero lo importante es terapiar con la plática, desahogarse y hacer que la pesca de sedal se vuelva amena, se vuelva productiva, según indicaron.
Agarran sus botes a guisa de mango de caña, enredan metros y metros de sedal y le colocan al anzuelo mortal una carnada de vísceras de pollo.
Una vez lista la atracción para el pez, entonces empiezan a dar vuelo al anzuelo con un movimiento giratorio, de hélice y el peso del anzuelo se lleva lejos el sedal, casi a la mitad del ancho río. Luego sólo es cuestión de esperar y platicar.