Sábado 20 de Abril de 2024

Bitácora

Los signos de la muerte comenzaron a calar al actual Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien calló y luego salió con las justificaciones de siempre cuando le preguntaron sobre Minatitlán, Veracruz, municipio en el que un grupo de bestias entraron a una fiesta familiar y ejecutaron a 12, incluyendo un niño de un año […]

Los signos de la muerte comenzaron a calar al actual Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien calló y luego salió con las justificaciones de siempre cuando le preguntaron sobre Minatitlán, Veracruz, municipio en el que un grupo de bestias entraron a una fiesta familiar y ejecutaron a 12, incluyendo un niño de un año al que pusieron el cañón de la pistola en el corazón. AMLO volvió al pasado inmediato para hablar del presente: “nos dejaron un cochinero”, acertó a decir, de los presidentes pasados que, cabe decirlo, en efecto tuvieron sexenios de horror, pero el presente actual ya se configura desde hace meses y al parecer los grupos delincuenciales no solo se están fortaleciendo en este sexenio, sino que se están multiplicando.

Al mismo tiempo que en Veracruz ocurría esa masacre, en la colonia Antonio Esper, de Ciudad Valles, el pintor Héctor Domínguez, un hermano mayor que él y su padre morían a balazos dentro de su propia casa, luego de que el pasado 29 de septiembre un desconocido había disparado contra el pintor, afuera del Cobach 06, sin que se tuviera información ministerial sobre ese suceso. La violencia, sea cual sea la causa, está desbocada, porque en las cifras oficiales, del 1 de enero al 31 de marzo de 2019, ha habido 8 mil 493 homicidios dolosos en el país, convirtiéndose en el trimestre más violento de toda la historia del país, ya que cada día, en México, matan a 94 personas, o, para volver más aterrador el caso, matan a balazos, machetazos, cuchilladas o tortura a cuatro personas cada hora desde el inicio del presente año. Cada 15 minutos una persona en México es asesinada violentamente. Así de simple.

El problema es estructural. Por un lado, la delincuencia organizada se ha vuelto íntima de la autoridad, a través de una enojosa colusión con las autoridades y por él otro lado, el mismo presidente afirmó que no cazaría ni perseguiría a los líderes de grupos criminales, medida que quizá alentó un poco más a que se recomenzara una lucha de agrupaciones delincuenciales o, en su defecto un reacomodo a nivel nacional.

Lo triste es que todos tenemos un conocido en el Facebook al que le han matado un familiar, amigo o íntimo y esos mismos contactos no han conocido y no parece que vayan a conocer la justicia, porque en ninguno de los casos se conoce avance de investigación alguno. Es triste pero es cierto.

No es que el Presidente AMLO haya provocado este país de Viejo Oeste que vivimos en cada entidad federativa, no. Esto que pasa es consecuencia de 12 años de políticas sin fundamento contra una delincuencia que se diversificó y se fortaleció cuando la atacaron de frente y sin estrategia y todo nació en diciembre de 2006, con un ridículo presidente portando una guerrera que le quedaba grande y que demostraba que no solo sufría de enanismo mental, pero una cosa es cierta: AMLO no ha sabido cómo contener ni cómo administrar la seguridad pública contra este monstruo que devora vidas a razón de 100 al día.

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